lunes, 18 de febrero de 2013

Ruta del Transmongoliano

Undécima parada: MONGOLIA

ULÁN BATOR
RUTA POR EL DESIERTO DEL GOBI
PARQUE NACIONAL DE TERELJ

Presentación:
Sin duda, Mongolia es uno de los países más desconocidos de Asia en lo que a turismo se refiere. Y precisamente esto es lo que más puede llamar la atención a quien busque aventura. El país tiene mucho que ofrecer al visitante, como bonitos paisajes, naturaleza pura y unas formas de vida auténticas. Convivir con nómadas y empaparse de su cultura es sin duda una de mis mayores recomendaciones para quienes quieran dejarse caer por allí, pero también explorar lugares recónditos, ascender alguno de sus enormes picos o jugarse la vida en las calles de la capital, son otras opciones que pueden valorarse.

Mapa de Mongolia

Localizado entre las regiones de Asia Oriental y Asia Central, Mongolia linda con Rusia al Norte y China al sur. Es un país interior sin salida al mar y su altitud media es de 1580m. sobre el nivel del mar. Está dominado por estepas y montañas al norte y oeste, y por un amplio desierto al sur, conocido como el Gobi.
Geográficamente el país está dividido en 21 provincias -conocidas como aimags- que a su vez se dividen en distritos. Su capital, Ulán Bator -Ulaanbaatar en idioma mongol- es el núcleo urbano más poblado, con poco más de un millón de habitantes, esto es, un tercio de la población total.

Mongolia es uno de los países más grandes del mundo -se halla en el puesto número 18-, aunque su extensión contrasta con la población que alberga. La superficie total sobrepasa el millón y medio de kilómetros cuadrados -lo que viene siendo tres veces el tamaño de Francia-, pero el número de habitantes no llega a los 3'2 millones (de los cuales un 30% aproximadamente es nómada o seminómada). Un 90% son de etnia mongol, mientras que el resto son una minoría de etnias túrquicas, como el kazajo. El budismo tibetano es la religión mayoritaria en el país, siendo junto con Bután las únicas naciones independientes donde predomina esta religión.

Uno de los atuendos típicos del país

Otras particularidades del país:
Un dato curioso que nos hace ver la escasa densidad de población (1'81hab/km2) es la relación existente entre personas y caballos, el animal más venerado del país. Por cada habitante de Mongolia se calcula que existen 9 caballos.
Continuado con las peculiaridades que ofrece este país, no pueden caer en el olvido las yurtas o "gers", carpas de fieltro que se montan y desmontan y que se han convertido en parte de la identidad nacional de Mongolia. Y no sólo los nómadas viven en ellas, pues también pueden verse varias de ellas diseminadas por la capital.
El idioma principal de los mongoles es el Khalkh Mongol, aunque desde 1944 de utiliza el alfabeto "ruso cirílico" con algunos que otros caracteres propios. El ruso, el inglés o el chino con otros de los idiomas que pueden manejarse, aunque en menor medida.
La moneda local es el Tugrik (2000 tugrik son al cambio 1'07 euros), que incluye billetes y monedas, aunque estas últimas ya apenas se utilizan.
El clima en Mongolia es de tipo continental, con una gran amplitud térmica que va desde altísimas temperaturas -pueden alcanzar los 40ºC- en su corto verano, hasta un frío helador en el largo invierno, donde se suele llegar a los -30ºC. Curiosamente Ulán Bator es la capital de estado con la temperatura media anual más baja en todo el mundo.
Respecto a las precipitaciones, éstas son mayores en el norte que en el sur, llegando a ser casi nulas en algunos lugares del desierto del Gobi.

Interior tipo de un GER o yurta

La importancia de los caballos es tal, que incluso aparecen impresos en los billetes

Historia:

En cuanto a historia se refiere, esta nación es lo poco que queda del antiguo Imperio mongol que, comandado por Gengis Kan, dominó gran parte de Asia durante el siglo XIII. Posteriormente perdió su independencia y fue asimilado por Manchuria a finales del siglo XVII hasta inicios del XX (1911). Su independencia fue breve, ya que en el año 1919 las tropas chinas ocuparon la capital. Tras la independencia -la cual se consiguió con ayuda rusa-, se proclamó la República Popular de Mongolia (1924), que adoptaría políticas comunistas así como un acercamiento a la Unión Soviética.
Ya en 1992 y tras la disolución de la Unión Soviética un año antes, Mongolia adoptó una constitución liberal que marcó la transición a la democracia representativa, con la que se renombró el país como Mongolia.

Mural de Gengis Kan

Acceso y salida del país:
Si bien la entrada a Mongolia no es sencilla -el país cuenta con algún que otro aeropuerto pero los vuelos internacionales no son muy frecuentes-, menos lo es moverse libremente por todo el territorio. Cierto es que las infraestructuras cubren las necesidades básicas de sus habitantes, pero apenas existe una línea de tren -que atraviesa el país de norte a sur y de sur a norte por Ulán Bator- y un par de carreteras en estado aceptable para conducir por ellas.

En nuestro caso, como ya comenté detalladamente en el post anterior a este (clic en el link), fue a través de una familia que se desplazaba en coche como accedimos al país... y gracias al ferrocarril como nos desplazamos hasta la frontera con China para posteriormente abandonarlo. Pero en los dos casos buscamos acción y aventura... y en ambos la encontramos.

Descartada la opción de coger un tren que nos llevara directos desde Ulán Ude a Ulán Bator -debido a su alto precio y a que sólo sale uno en determinados días de la semana-, optamos por ir en un minibus hasta Kyakhta, última localidad rusa limítrofe con la frontera mongola. Allí pernoctamos en un pequeño hostal, para a primera hora del día siguiente acercarnos al paso fronterizo y negociar con el propietario de algún coche nuestra entrada en el país vecino. Resultó algo sencillo, pues el primero de la cola que aguardaba a que reabrieran la frontera accedió a pasarnos a cambio de unas monedas.

Paso fronterizo entre Rusia y Mongolia

Una vez en territorio mongol, el propietario y su familia nos acercaron a la primera localidad mongola (Sukhbaatar; 20.000 habitantes). Allí valoramos de nuevo la opción de subirnos a bordo de algún tren local, pero únicamente se detenía el que venía de Ulán Ude y se dirigía a Ulán Bator. Desechada esta opción y al no haber autobuses o minibuses que cubriesen el trayecto, no nos quedó otra que coger un taxi compartido que, a un precio asequible, nos acercara hasta la capital.

Estación de tren de Sukhbataar
Asentamiento de yurtas o gers, camino de Ulán Bator
 Amplia llanura. Ni rastro de la civilización
 Joven mongol con quien compartimos taxi

Nuestro planning:

Nueve días por Mongolia dan para mucho, pero debido a la dificultad de moverse por allí, uno debe ceñirse a una o varias zonas concretas. En nuestro caso así fue, e iniciamos nuestro recorrido por el sur (en furgoneta, junto a los dos amigos finlandeses que conocimos en Olkhon, la isla del lago Baikal, en Rusia), conociendo el desierto del Gobi y todas las maravillas que tiene para ofrecer. Tras 6-7 días en furgoneta visitando diferentes lugares y conviviendo a diario con nómadas, volvimos hacia Ulán Bator. Una vez rodeamos la ciudad nos desplazamos otros 70-80km hacia el norte camino al Parque Natural de Terelj, un auténtico paraje natural -situado a 1600m. de altitud- en donde pudimos disfrutar del campo, con las montañas, las verdes praderas y los caballos corriendo libremente.
Por último, dedicamos algo de tiempo a la capital (Ulán Bator), que unido al callejeo del primer día, nos dio para hacernos una idea de cómo es la ciudad: un auténtico caos.

Tour que realizamos, aunque a la inversa de las flechas

DÍA I: Llegada a Ulán Bator.

Por suerte no nos toca salir en barco de la capital... pero casi.

Apenas llegamos a la capital, compramos el billete hasta la frontera con China, fechado para nuestro último día en el país. Acto seguido vamos en busca del albergue (UB Guesthouse) y, tras un largo caminar que se sucede entre calles repletas de tráfico, damos con él. Se encuentra ubicado en el patio interior de un bloque de viviendas. Por lo general no hace falta reserva, pues hay muchas camas distribuidas en habitaciones con varias literas. Está claramente pensado para mochileros y su precio es una auténtica ganga. Lo llevan un chico y una chica, quienes prestan mucha atención a los invitados, quizás porque ellos mismos se encargan de asesorarte para que contrates un tour por cualquier parte del país con ellos. Tienen un séquito de chóferes y cocineras quienes viajan en cada expedición que se contrate.
Una vez pactamos las condiciones del tour seleccionado donde está todo incluido (compra de comida y cosas para el aseo, gasolina, propina para los nómadas que nos acogen, asistencia del chófer para posibles pinchazos, etc.), se disponen a dejar todo listo para el día siguiente.
¡Ah! Se paga por adelantado y en nuestro caso el precio total ronda los 280 euros por cabeza.

Un último paseo por el centro de la ciudad y nos echamos a dormir. Mañana toca madrugar.

Tras unos minutos de lluvia intensa, este es el resultado (Ulán Bator)
Plaza Sukhbaatar, la principal de Ulán Bator
Plano de la localización del albergue

DÍA II: De lleno, al Gobi; trayecto a Erdenedalay.   

Primera kilometrada y primera experiencia con nómadas. Ya estamos en el desierto del Gobi.

Quizás este fue el día más pesado de nuestro recorrido. Tras comprar la comida en el supermercado de una especie de centro comercial (conocido como State Departament Store y ubicado en el centro de la ciudad, junto a una estatua en honor a los Beatles y el circo de Ulán Bator), metemos todo en la furgoneta, donde nos esperan el chófer -"Kamba"- y la cocinera -"Yaha"-. Él no sabe ni "papa" de inglés, mientras ella nos entiende y chapurrea algo. Así, salimos en dirección Erdenedalay, poblado de casitas de madera y yurtas situado a unos 300 kilómetros al sur de la capital. El trayecto se nos hace eterno, pues no hay carreteras y el chófer va campo a través orientándose por las marcas en la tierra de otros vehículos, las montañas, el sol y un cableado eléctrico que parece unir el centro con el sur del país.
Tras varias horas botando en el interior de la furgoneta, hacemos una pequeña parada. Apreciamos la infinita estepa, muy verde y con algún que otro camello disperso. Comemos lo que nos cocina "Yaha" y reanudamos el camino, no sin antes ver un puñado de caballos salvajes corriendo en el horizonte.

En contra de la creencia general, el desierto del Gobi es un lugar lleno de vida. Está formado en su mayor parte por estepas y llanuras en las que crece la vegetación y pasta el ganado, y únicamente un 3% de la superficie total está cubierta por arena. Está considerado como Reserva de la Biosfera por la Unesco desde 1991 y es la zona protegida más grande de Asia.

A media tarde, ya estamos en Erdenadalay, donde una simpática familia nos acoge en su pequeña casita. Dos niñas, un chico joven, sus padres y la abuela comparten guarida, la cual prestan a los visitantes cuando llegan como turistas. A cambio reciben una propina a cargo del chófer y duermen en una yurta anexa a la casita.
Antes de dormir reímos con ellos pese a no entendernos casi nada y nos divertimos jugando con las dos niñas pequeñas de la familia. Además pasamos un rato agradable practicando algo de voleibol con el chófer y el joven de la familia y acto seguido reponemos fuerzas con un plato de paella realmente delicioso.

Panorámica de Ulán Bator, a nuestra salida de la capital
 Punto de acceso/salida de la ciudad
Atravesando la estepa mongola
 Primera parada del tour; toca comer
Formación rocosa camino de Erdenedalay
Una de las pocas gasolineras del país (Erdenedalay)
 Templo budista de Erdenedalay
 La moto es un lujo sólo al alcance de unos pocos
Trajes típicos
Diferentes generaciones (Erdenedalay)
 
 Preparando la cena (Erdenedalay)
 Las más pequeñas de la casa (Erdenedalay)
 Jugando al voleibol con el chófer
 
Jóvenes mongoles jugando al baloncesto (Erdenedalay)
Parte de la familia que nos acogió, a nuestra despedida

DÍA III: Camino a los acantilados "de fuego" Bayanzag.

Un pequeño "Cañón del Colorado" en mitad del Gobi.

Si el segundo día en Mongolia se nos hizo pesado -debido al tiempo que pasamos golpeándonos la nuca contra el techo de la furgoneta-, éste resulta ser, sin duda, el más monótono. La apariencia del paisaje es siempre la misma; una extensa planicie con suelo de arenisca y piedras de pequeño tamaño, sin ninguna que otra planta que pueda crecer. Y en ocasiones se avistan pequeños grupos de camellos deambulando quién sabe a donde.
Pero lo mejor nos aguarda al atardecer cuando llegamos a Bayanzag, un sitio arqueológico de la era paleolítica en donde han sido descubiertos infinidad de huevos fosilizados de dinosaurios así como esqueletos. Como de la nada, el desierto se ahueca para dar paso a un paisaje espectacular. Los rayos de sol y el color rojizo de las rocas nos iluminan la vista. Estamos frente a un un pequeño "Cañón del Colorado". 
Hechas las pertinentes fotos, cenamos algo cocinado en el mini-gas y nos echamos a dormir en las yurtas habilitadas por pastores nómadas, quienes una vez más nos reciben muy cordialmente.

Momento de comer en mitad del desierto del Gobi
 Preparando la comida
Echando una partida a las damas con pequeñas piedras
Tiempo de comer
 Pastor controlando su rebaño sobre la moto
 Nuestro amigo finlandés Oscari tocando la armónica en la furgoneta
Sin quitar ojo del paisaje
  Pequeño "Cañón del Colorado" de Bayanzag
 Acantilados "de fuego" de Bayanzag
Divisando una pequeña tormenta de arena
 Asentamiento nómada donde pasamos la noche

DÍA IV: En busca de las dunas de arena de Khongoryn Els.

Día movidito. Montar a camello y jugar a voleibol con gente del lugar, dos experiencias muy recomendadas.

La tercera jornada por el desierto del Gobi resulta realmente gratificante. Durante todo el día estamos viendo cosas y bajando de la furgoneta. Primero en un pequeño poblado donde parecen estar celebrándose elecciones y en donde banderitas y carteles adornan las yurtas y varios vehículos se pasean mostrando propaganda en sus laterales. Luego damos con un pequeño "oasis", donde una tubería aparentemente rota echa agua sin parar, alrededor de la cual plantas y hierba nacen de entre la arena. Nos lavamos como podemos y reanudamos el camino.
Más tarde atravesamos una zona montañosa, algo novedoso en lo que llevamos de viaje. Y ya por último llegamos a las yurtas donde nos espera otro grupo de pastores nómadas y un niño, con quienes entablamos una buena relación. Nos enseñan los camellos y las ovejas y a cambio nosotros les enseñamos a jugar a voleibol con una pelota que aparece por allí.
Rodeados por enormes dunas de arena -las más grandes de todo Asia; miden hasta 100m. y se extienden a lo largo de 180km-, el entorno es realmente curioso. A los pies de éstas un pequeño riachuelo aparece y desaparece a lo largo del día -debido a los cambios de temperatura-, mientras que en el otro lado podemos ver una pequeña cordillera montañosa.
Tras acercarnos a las dunas, damos un pequeño paseo junto al riachuelo y antes de la hora de la cena disfrutamos de un paseo en camello bajo un sol abrasador.
Acto seguido cenamos y pronto nos echamos a dormir.

Lugareño en moto con su atuendo típico
Niño llenando una garrafa de agua
Caballos junto a un pequeño riachuelo en mitad del desierto
Fauna y flora alrededor del riachuelo (Khongoryn Els)
 Diferentes niveles de tierra, arena y roca en Khongoryn Els
Caminando sobre las dunas de arena (Khongoryn Els)
Una de las pocas aves que se pueden ver en el desierto
 Nuestros amigos finlandeses sobre las dunas (Khongoryn Els)
Cuadra de camellos (Khongoryn Els)
 Camellos (Khongoryn Els)
 Paseo a camello (Khongoryn Els)
 Niño local sobre un camello (Khongoryn Els)
Con mi hermano y los finlandeses a los pies de las dunas
 Partido de voleibol en mitad del desierto del Gobi  (Khongoryn Els) I
 Partido de voleibol en mitad del desierto del Gobi (Khongoryn Els) II
  Partido de voleibol en mitad del desierto del Gobi (Khongoryn Els) III
 Niño local aprendiendo a jugar a voleibol con nosotros
Son muchos los pastores quienes tienen su rebaño de cabras y ovejas
 Escuchar los sonidos que emiten los camellos es toda una experiencia
 Nuestro chófer "Kanba" conversando con pastores mongoles
 Con un pastor mongol y su perro frente a una yurta (Khongoryn Els)

DÍA V: Garganta de Dugany Am, ruta por el "Valle de Hielo" de Mandalgobi y trayecto hasta Dalanzadgad.

Paisajes que quita el hipo. Desde atravesar una garganta a bordo de la furgoneta, hasta caminar sobre hielo en mitad del desierto.

El día comienza temprano para nosotros. Toca kilometrada en furgoneta a cambio de un paseo por un valle realmente espectacular. Primero nos adentramos con la furgoneta en una garganta por la que discurre un riachuelo -vamos sobre él- y posteriormente y una vez la hemos superado, disfrutamos del entorno deteniéndonos junto al cauce del río a comer. Estamos en Dugany Am
A primera hora de la tarde reanudamos la marcha para así llegar pronto al "Valle de Hielo" de Mandalgobi, un lugar donde verdes colinas nos dan la bienvenida. Una vez dejamos la furgoneta, toca patear, por lo que iniciamos nuestro paseo por una senda que se adentra cada vez más y más en el valle. Al cabo de poco más de dos kilómetros de andadura, comprendemos el porqué del nombre. Un trozo de hielo espera para derretirse en su totalidad bajo una de las laderas del desfiladero. Increíble que con temperaturas que rondan los 30º aún siga ahí.
No nos detenemos mucho y seguimos caminando. De esta forma pasamos de seguir una senda embarrada a caminar completamente sobre hielo, jugando así a mantener el equilibrio, pues obviamente el calzado que llevamos no es el más adecuado. 
Superado ya el tramo con hielo, retomamos la senda que habíamos cogido inicialmente, pero al comprobar que ésta seguía y seguía, optamos por darnos la vuelta. Así y tras casi tres horas de paseo, estamos de vuelta en la furgoneta, donde el chófer nos espera.
Antes del anochecer, otra kilometrada en la furgoneta y llegamos a la población de Dalanzadgad. Ya allí nos llevan a un pequeño edificio donde podemos disfrutar de una ducha -varios días después- a un módico precio. Y ya como nuevos, quedamos con nuestros siguientes anfitriones en un pequeño recinto donde se amontonan tres yurtas. Allí nos recibe una familia, la cual nos invita a cenar y a pasar un agradable rato con ellos antes de dormir.

Uno de los puntos más espectaculares por los que pasamos
 Como niños, construyendo una pequeña presa
 En busca del "Valle de Hielo"
 Lucha de jerbos, pequeños roedores que pueden verse por todo el valle
 En ruta por el "Valle de Hielo" I
 En ruta por el "Valle de Hielo" II
 Este fue el primer pedazo de hielo con el que nos topamos 
 El deshielo hace que fluya un río bajo la capa helada
  Uno de los puntos peligrosos por los que pasamos
 Extremando la precaución
Merendero en un lugar privilegiado del "Valle de Hielo"

DÍA VI: Inicio del camino de retorno en dirección a la "Montaña Blanca".

Día de recortar kilómetros al camino de vuelta, de atravesar "arenas movedizas" y de convivir una vez más con otra familia de pastores nómadas.

El día amanece con un completo desayuno servido por la niña de la familia. En cuestión de segundos lo devoramos, luego nos despedimos de la familia y al poco ya estamos en ruta.
Comenzamos así la vuelta hacia la capital, pero aún con lugares pendientes por visitar. Pasamos buena parte de la quinta jornada de nuestro tour por el desierto del Gobi dentro de la furgoneta, pero aún así el día resulta bastante entretenido; primero porque atravesamos zonas embarradas -en donde varios camiones luchan por no quedarse allí atrapados- y después porque nos topamos con los primeros lagos desde que salimos de Ulán Bator. 
Durante el trayecto hacia la "Montaña Blanca" -conocida también como Tsagaan Suvarga- atravesamos una pequeña localidad en la cual el chófer y la cocinera se hacen con provisiones para los días restantes. Después reanudamos el camino y tras varias horas más a bordo de la furgoneta y un pinchazo el chófer se percata de que no vamos de tiempo como cabía esperar. Debido a esto, opta porque pasemos la noche en una yurta aislada a poco menos de 100 kilómetros de la susodicha montaña, algo que nos parece adecuado para que así él descanse y podamos madrugar al día siguiente.
De este modo, conocemos a más pastores nómadas, quienes nos invitan a probar queso y pan hecho con leche de camello.

Nuestro despertador
 Momento crítico en nuestra ruta
 Anciana ordeñando a una hembra de camello

DÍA VII: "Montaña Blanca" y alrededores de Baga Gazriin Chuluu.

Jornada entretenida. Primero visita a la "Montaña Blanca", luego parada para ver un antiguo hipódromo y por último tarde de arrimar el hombro amenizando y colaborando con los quehaceres de nuestra familia nódada anfitriona.

Un madrugón más y a primera hora del día nos presentamos en la "Montaña Blanca". Se trata de una meseta  de roca volcánica erosionada por el agua y el viento principalmente y que con el tiempo ha ido adquiriendo diferentes formas y tonos, lo que le ha dado un aspecto muy similar al que presentan en España las Bardenas Reales. 
Tras explorar la zona y sacar un buen puñado de fotos, reanudamos la marcha hacia Baga Gazriin Chuluu, una bonita cordillera montañosa la cual dejamos pendiente para el último día por el Gobi.
Así pues, nos detenemos a media tarde en un asentamiento nómada formado por tres yurtas y en donde viven varias familias. Allí varios caballos, cabras y ovejas campan a sus anchas por los alrededores y un niño con atuendos típicos del país nos hace una exhibición de cómo se debe manejar un caballo. Nosotros tomamos nota. Nos presentamos a la familia y nos invitan a colaborar reuniendo el ganado y ordeñándolo. Accedemos. Pasamos un rato entretenido y comprobamos el esfuerzo diario al que tienen que enfrentarse las familias nómadas. No es sencillo, y ni que pensar cómo debe ser cumplir con las tareas diarias cuando las condiciones climáticas son adversas.
Ya anocheciendo, cenamos con ellos y compartimos algún que otro dulce, jugamos una partida a las cartas con los finlandeses y nos echamos a dormir.

Descendiendo por un punto de la "Montaña Blanca"
Bonita vista de unos barrancos de la "Montaña Blanca" 
Hipódromo en mitad del desierto del Gobi
 Vistas desde una de las terrazas del hipódromo
 Pequeño monasterio
 Haciendo vida en el interior de una yurta
 Bonita decoración en una de las tantas yurtas en las que dormimos
 Pequeño jinete nómada a lomos de su caballo 
 A galope
 Aprendiendo a ordeñas cabras
 Momentos previos al esquilmado de las cabras 
 Joven mongol en plena faena
Todos colaboran con la causa
 Haciendo uso de algún que otro artilugio útil para el control del ganado
 Pequeño asentamiento nómada
 Jóvenes mongoles preparándose para cabalgar
Momento divertido junto a parte de la familia de mongoles
 Aprendiendo unos de otros
 Tras ganarme un paseo en moto

DÍA VIII: Cordillera de Baga Gazriin Chuluu, Zorgol Khairkhan y Parque Natural de Terelj.

Un bonito enclave como es la cordillera de Baga Gazriin Chuluu y el legado que van dejando quienes la visitan, abre la jornada de nuestro séptimo y último día por el desierto del Gobi. Y una tarde espectacular en el Parque Natural de Terelj nos da para corroborar que en Mongolia uno puede encontrarse de todo.

Tras otro desayuno muy reconfortable a base de tostadas, nocilla, mantequilla, pastas, café y/o té, salimos en dirección a la formación rocosa de Baga Gazriin Chuluu, una cordillera montañosa llena montoncitos de piedras -colocados minuciosamente por otras personas- que adornan el lugar.
Visitado este punto, subimos a bordo de la furgoneta. La etapa de hoy es pesada, con 300 kilómetros y una única parada, la cual merece ser descrita. La realizamos antes de lo previsto, pues un pinchazo no deja elección. "Kamba" (el chófer) lo repara en medio de la estepa mongola, por lo que respiramos aliviados al no tener ningún otro tipo de asistencia a la que recurrir en kilómetros y kilómetros a la redonda. 
Es la hora de comer y "Yaha" nos cocina una especie de ensaladilla rusa que, curiosamente, se come envuelta en hojas de alga. Sin duda una auténtica delicatessen.
Una vez reanudado el viaje, vamos del tirón hasta el Parque Natural de Terelj, pasando frente a Zorgol Khairkhan, una montaña de piedra muy venerada y admirada por la población mongola. De esta forma, ponemos así punto y final a nuestra aventura por el desierto del Gobi, una experiencia llena de vivencias y lugares increíbles que difícilmente podremos olvidar.
A primera hora de la tarde la furgoneta cruza el punto de control de acceso al Parque Natural de Terelj, para el cual se necesita un permiso especial. Avistamos enormes montañas cubiertas de verde con yurtas desperdigadas por las laderas. Pueden verse caballos en libertad y enormes rocas graníticas asomándose a través de las tierras. Según vamos avanzando por la carretera -de asfalto, después de casi mil kilómetros por el barro y las piedras del desierto- podemos observar también algún que otro bosque de pinos... y una vez estamos ya metidos de lleno en el valle, vislumbramos los denominados "campamentos para turistas" que, de cierto modo, están alterando el paisaje del lugar. Nosotros por nuestra parte dormimos una vez más en una yurta aislada de todo lo demás, perdida en el fondo del valle. Allí conocemos otros dos viajeros, con quienes pasamos un buen rato conversando, pues vienen de China y nosotros hemos de ir hacia allí. Habiendo dejado las cosas, damos una vuelta por el parque. Sentimos el lugar; es todo naturaleza pura. Visitamos la roca de la Tortuga -denominada así porque su forma se asemeja a la de este animal- y disfrutamos de las vistas desde su punto más alto. Desde allí vemos correr libremente a los caballos, y no nos contenemos las ganas de cabalgar sobre ellos. Se lo hacemos saber a "Kamba" y "Yaha" y ellos se lo comunican a dos mozos, quienes se ofrecen para prepararnos un par ejemplares mañana a primera hora.
Cuando el sol comienza a esconderse, aprovechamos para cenar y compartir mesa con el par de viajeros que hemos conocido. Después vuelve la partida de cartas en el interior de la yurta, y ya cuando el cansancio se haca notar, optamos por acostarnos.

Recién llegados a Baga Gazriin Chuluu
 Difícil acceso a la zona de los montoncitos de piedras
 Símbolo religioso; decoran la base de los árboles con capas de plástico de colores
"Kamba" comprobando el estado de las ruedas, tras reparar un pinchazo
Río Tuul y pequeñas casitas junto al puente de acceso al Parque Natural de Terelj 
 Vistas del Parque Natural de Terelj desde la furgoneta 
Paisaje del Parque Natural de Terelj
Campamento en el Parque Natural de Terelj
 Yurta moderna, hecha con tablas de madera
Nuestras yurtas (Parque Natural de Terelj)
Disfrutando del paisaje
 Pequeño establo de caballos
 Cenando (Parque Natural de Terelj)

DÍA IX: Paseo a caballo por el Parque Nacional de Terelj, vuelta a la capital y tren a la frontera china.

Curioso día en el que nos desplazamos por nuestro propio pie, a caballo, en furgoneta, en tren, en jeep, en autobus y en taxi. Aún y todo, pasamos de Mongolia a China.

Temprano y tras un breve desayuno, los dos jóvenes que se habían ofrecido a dejarnos montar a caballo nos preparan un par de ejemplares. Son bajitos, fornidos y dóciles. Disfrutamos del momento, de la experiencia y del entorno. Y hasta nos cae una buena chaparrada, la cual agradecemos pues no recordamos la última gota de lluvia que caída durante el viaje.
Tras el paseo a caballo, comemos un plato combinado elaborado por "Yaha" y acto seguido recogemos todo para abandonar el Parque Nacional. Vamos en dirección a Ulán Bator, pues hemos de coger a media tarde el tren hacia la frontera China y antes nos gustaría darnos una ducha. Así pues, "Kamba" nos lleva hasta el albergue. Allí nos reencontramos con los encargados -quienes nos ayudaron a planear el tour-, les contamos la experiencia -al tiempo que nos vamos rotando para ducharnos- y salimos a pie camino de la estación, con algo de tiempo para visitar un museo de ferrocarril al aire libre, donde se exponen varias máquinas de tren de diferentes épocas y perfectamente conservadas.

Reliquias ferroviarias junto a la estación de tren de Ulán Bator I
Reliquias ferroviarias junto a la estación de tren de Ulán Bator II

Algo apurados, llegamos a la estación. El tren está parado. Buscamos nuestro vagón, las camas que tenemos asignadas y nos acomodamos. Los convoyes son como los de los trenes rusos: barracones con literas apiladas, un estrecho pasillo, pequeñas mesitas donde comer o dejar las cosas y un olor a humanidad que ya empezábamos a echar de menos. Un viaje en cuyo protagonista es el tren, no puede prescindir de éste durante casi 10 días. 
Ya a media tarde (16'30h) el tren parte muy lentamente -cuenta con casi 30 vagones y van repletos-. Al poco comprobamos que el panorama invita a no despegarse de las ventanas. Una vez salimos de la capital apenas pueden apreciarse rastros de la civilización. Sólo alguna yurta salpica en ocasiones el paisaje. Durante el trayecto el verde de los alrededores de Ulán Bator da paso a las tierras áridas de los alrededores del Gobi. Sólo allí vemos algún que otro poblado, construidos en la mayoría de los casos junto a las vías del tren. 
Tras recorrer 600km y casi 15 horas después -son las 07'05h-, el tren hace su aparición en Zamiin Uud, última localidad de Mongolia antes de cruzar la frontera a China. Ya allí, negociamos con un lugareño el precio por acercarnos en su auto hasta el punto fronterizo. Por algo menos de 5 euros por cabeza, éste accede. Una vez llegamos, nos obligan a bajar y subirnos a bordo de un jeep, vehículos que utilizan para cruzar la frontera a los turistas. Acto seguido vienen los papeleos; primero sobre nuestra salida de Mongolia, después para nuestra entrada en China. Y ya por último y tras pasar por un escáner, un autobús recoge a quienes van saliendo para transportarles a Erlian, primera localidad China según se llega desde Mongolia.

A lomos de un pequeño ejemplar de caballo mongol
Nuestro tren hacia China (estación de Ulán Bator)
En camino (trayecto Ulán Bator - Zamiin Uud) I
En camino (trayecto Ulán Bator - Zamiin Uud) II
En camino (trayecto Ulán Bator - Zamiin Uud) III
 Nuestros amigos finlandeses en la hora del "lunch"
 Un buen café
 Contemplando el atardecer
Llegada a Zamiin Uud
 Estación de Zamiin Uud
Frontera Mongola de acceso a China

Conclusiones:
Mongolia es un país totalmente recomendado para quien quiere explorar territorios desconocidos huyendo en cierto modo de las aglomeraciones de turistas. Todo cuanto hemos visto en este tour -que únicamente abarca algunas zonas del país- ha cubierto nuestras expectativas, y esto a pesar de que en ocasiones no ha sido fácil llegar a determinados lugares. Cada vivencia ha sido única y todas ellas se suman a otras tantas experiencias del pasado que no hacen sino seguir ampliando el viaje por el mundo al que dedicamos parte de nuestras vidas.
Mongolia es sin duda un país para aventureros, y no lo es tanto para quienes tienen a la "comodidad" entre una de sus prioridades. La despoblación y la falta de infraestructuras hacen de este destino una elección donde la acción y las emociones fuertes están aseguradas. Enamorarte del país es muy sencillo, y no sólo por los lugares que aguardan al viajero. Sus habitantes, con sus costumbres, transportan a éste a otros tiempos. Mantienen una serie de tradiciones muy arraigadas, las cuales han sabido ir pasando de generación en generación hasta día de hoy. Son gente humilde, sencilla, solidaria, muy agradecida, trabajadora... Se muestran atentos a cómo somos y observan nuestros comportamientos de las misma forma que nosotros contemplamos su modo de vida.
En definitiva, es un país digno de ser visitado cuanto antes, no vaya a ser que la globalización lo engulla más pronto que tarde.