viernes, 1 de octubre de 2010

Tarde de domingo por tierras vallisoletanas

Aún sin haber finalizado la primavera, la tarde de un domingo cualquiera (que no una tarde cualquiera) quise aprovecharla de forma diferente a lo que venía siendo habitual en mi vida. El fútbol se había venido llevando muchas horas de mis fines de semana durante los últimos años así que las ganas de conocer lo que me había estado rodeando durante mis últimos cuatro años en Valladolid unido a la visita de mis padres, hacían de esta tarde algo diferente; la ocasión propicia para escaparme, al mismo tiempo que no me alejaba en demasía.
Apetecía ver el Monasterio de la Santa Espina, no sin dejar a un lado el castillo de Torrelobatón o la conocida localidad de Urueña, famosa ésta por la distinción como "Villa del Libro" concedida en el año 2007, la cuál únicamente la poseen 14 localidades de entre Europa, Asia y Estado Unidos.
Habiendo ya comido, salimos hacia la Santa Espina. De camino paramos en Torrelobatón, pequeña población de poco más de 500 habitantes ubicada dentro de la comarca de los Montes Torozos. Visita obligada era su castillo, por lo que no dudamos en acercarnos a él, fotografiarlo y visitar sus aledaños, pues la entrada no iba a ser posible.

Frente al ayuntamiento de Torrelobatón
Fotografiando el castillo
Vista lateral del castillo de Torrelobatón

Visto el castillo y habiendo dado un paseo por el pueblo, continuamos hacia el monasterio de la Santa Espina. Cisterciense (de la orden del Císter), se ubica también en la comarca de los Montes Torozos, y fue construido en el siglo XII-XIII. Además de por su majestuosidad, este monasterio ofrece un contacto directo con la naturaleza debido a su inmejorable ubicación.
Esta vez sí, visitamos su interior, aprovechamos la posibilidad de realizar una visita guiada, y realizo cuantas fotos considero oportunas.

Fotografiando la fachada del monasterio e indicándome el camino
Fachada del monasterio de la Santa Espina
Vista del interior de la iglesia del monasterio
Arquillos
Rosetón y detalles en el techo de la iglesia del monasterio
Entrada a la sala capitular
Vidriera con la imagen de la Santa Espina
Pequeño y muy cuidado lago junto al monasterio

Después de un par de horas deleitándonos con la visita de uno de los puntos de interés dentro del itinerario que sigue el Camino de Santiago a su paso por Valladolid (viniendo por el ramal Madrid - Santiago), continuamos nuestro tour sin salirnos de los Montes Torozos hasta la "Villa del Libro" o localidad de Urueña. Se trata de un pequeño pueblo medieval ubicado sobre una loma dentro de la Tierra de Campos (comarca de Castilla y León que se extiende por las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y parte de León).
Urueña nos fascina desde un primer momento. Ya, desde lejos, se puede ver una muralla en lo alto de una colina. Y, a medida que uno se va acercando, comienza a vislumbrar pequeñas casitas con fachadas medievales, callejuelas empedradas y puestitos de libros antiguos en cada rincón. Como si de un cuento se tratara, Urueña engancha al visitante entre sus calles, como si de las páginas de un libro se tratara. Y es entonces cuando uno entiende tal distinción...

Baldosa con el logo conmemorativo como "Villa del Libro" (Urueña)
Vista externa de la muralla
Adentrándonos en las enormes murallas de Urueña
Bonita finca con caballos junto a la muralla
Uno de los rincones mejor cuidados de Urueña
La iglesia del pueblo
Una de las librerías del pueblo
Bonito escudo en una de las fachadas de Urueña
Curiosa explicación al porqué de esta denominación

Abandonando ya la localidad de Urueña, aún por los alrededores, nos topamos con la iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada, construida en el siglo XI y ubicada fuera del recinto amurallado, en la parte más baja del valle. Se trata de una peculiar iglesia románica decorada en estilo lombardo.

Vistas de la iglesia y de la muralla de Urueña (I)
Vistas de la iglesia y de la muralla de Urueña (II)
Iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada

Anocheciendo ya, llegamos a Valladolid, poniendo así el punto y final a una tarde diferente de un domingo cualquiera.