viernes, 4 de marzo de 2011

Diario de un interrailista: 2º interrail por Europa del Este (1-16 de Agosto). Día VII: 7/08/2010

A media mañana, llegamos a Fethiye. El trayecto ha sido horrible; casi 15 horas de bus con apenas una parada para recorrer los 750 kilómetros que existen entre Göreme y Fethiye. Esto es debido a que el bus ha ido a una media de entre 50 y 60 km/h y, unido al calor y al estado del pavimento del camino (porque lo que es por carretera, ni un tercio del trayecto), han hecho que tengamos que hacer un esfuerzo sobrehumano por aguantarlo.
Entretanto, el bus ha atravesado una cordillera montañosa por un camino cerrado por obras, sin asfaltar y repleto de socavones. Increíble. A un lado, muro. Al otro, acantilado, pero sin vallado ni nada que se le asemeje. Ver para creer. -¡¡Incluso había rocas en algunas partes del camino debido a desprendimientos!!
11h: Recién llegados a la ciudad, abandonamos ésta en un nuevo bus camino de Denizli, la localidad más cercana a Pamukkale, nuestro próximo destino. En algo más de 3 horas llegamos.
Tras una espera de casi una hora en la estación de bus de Denizli, por fin llega el que nos debe llevar hasta Pamukkale.
Traducido como "el castillo de algodón", se trata de una maravilla natural compuesta por terrazas que contienen aguas termales con un alto contenido en minerales. Este paisaje es debido a los terremotos acaecidos en la depresión de la falla de la cuenca del río Menderes debido a movimientos tectónicos. Junto a estas terrazas termales, existe una antigua ciudad helenística que con el paso de los años se convirtió en una urbe típicamente romana, muy al estilo de Pompeya, en Italia. Era conocida como Hierápolis y tanto lo que aún queda de ella como todo el recinto de Pamukkale forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco (1998 y 1988 respectivamente).

Antigua calzada en la ciudad de Hierápolis
Ruinas de uno de los templos de Hierápolis
15h: Vamos hacia las terrazas termales (hemos pagado unos 4 euros por entrar al recinto que incluye la visita a la ciudad de Hierápolis como a las terrazas de Pamukkale). Pese a la multitud de gente (desgraciadaments es un lugar más turístico de lo que pensábamos), el calor y el paisaje invitan a "sumergirse" en el agua. La zona de "pago extra" está vetada para nosotros (al precio de 7 euros uno puede bañarse en unas pozas termales algo apartadas de la zona considerada "pública"), así que no nos quedamos con las ganas de darnos un baño y vamos a ello. El agua está realmente caliente y tiene un tacto suave. Uno nota como sedimentos y restos de roca hacen que ésta sea algo viscosa y tenga un color blanquecino.

Piscinas naturales termales, de pago
Terrazas de Pamukkale
Atardecer en Pamukkale
El acceso a éstas está prohibido
Baño en una de las terrazas en las que sí está permitido
Últimos rayos de sol
Tras unos momentos de relax, David y Carlos deciden echarse a descansar (la paliza que llevamos encima es considerable), mientras yo opto por visitar las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis, no sin antes fotografiar el entorno aprovechando la luz del atardecer.
De entre todo lo que se puede ver, lo más destacado es el teatro así como el templo de Apolo. El primero de éstos fue construido en el siglo II sobre una pendiente y se cree que tenía una capacidad para unos 15.000-20.000 espectadores. El segundo se construyó durante la época helenística (s.IV-I a.C) en grandes dimensiones con enormes bloques de piedra, pero fue posteriormente reducido en el siglo III.

Panorámica del teatro de Heriápolis
Frente al teatro y junto a unas de las tantas ruinas esparcidas por el terreno
Vista del interior del teatro (I)
Vista del interior del teatro (II)
Atardecer entre ruinas
Anocheciendo en Pamukkale
21,15h: Ya de noche, somos los últimos en abandonar el recinto. Para nuestra fortuna un "domus" (pequeño autobús) se detiene delante de nosotros, nos subimos a bordo y nos acerca hasta la estación de trenes de Denizli. Nuestros planes de ir hacia Estambul en tren se esfuman, al decirnos el guardia de seguridad de la estación que la vía en dirección norte está en obras. De esta forma, nos nos queda otra que ir a la estación de autobuses. Y una vez más la suerte se alía con nosotros; primero no tenemos como ir hasta allí, y un amable señor se ofrece a acercarnos a los tres. Luego cantidad de compañías de autobuses nos informan de que no quedan billetes hacia Estambul en los dos próximos días y, mientras algo incrédulos damos vueltas a qué hacer, un empleado de una de las tantas empresas nos da la solución. Tres personas acaban de devolver sus billetes hacia Yalova, ciudad al sur de Estambul y desde donde salen otros autobuses hacia allí con mayor frecuencia. Uffffffffffffff.
Una vez más, volvemos a pasar la noche en un bus. Pese a la manía que les estamos cogiendo, esta vez merece la pena, teniendo en cuenta que no perdemos el día en viajar y que tampoco pagamos un extra por dormir.
22,30h: Habiendo cogido algo de cenar, nos montamos en el autobús con destino Yalova, a donde llegamos ya por la mañana.